Por Luis Salazar comunicador comunitario
El Teatro de Operaciones Mediático (TOM), es un escenario de confrontación privilegiado, en la guerra que viene librando la Revolución Bolivariana, contra el imperio norteamericano, desde el año 1999, en la primera victoria de nuestro comandante eterno Hugo Chávez, la inicio George Bush, Obama de dio piso jurídico con su infame decreto y Mr, Trump viene a “trocha y mocha”, sin ningún tipo de miramientos. Desde diversos espacios, hemos venido insistiendo en esta temática, iniciando el enfoque calificándolo de guerra, con toda su carga de violencia, hecho que no se percibe, de la misma forma y de hecho no compartido, lo que nos ubica en una posición de debilidad, a la cual ha sabido sacar provecho el enemigo.
El aparato ideológico del sistema, al cual el Covid-19, dejo totalmente desnudo, mostrándolo con toda su maleficencia, no lo hemos podido someter ni en el más elemental derecho y principio, como la verdad y la justicia. La Revolución Bolivariana está a merced e indefensa ante la acción distorsionadora y enajenante de la plataforma comunicacional de la derecha, al igual que el resto de experiencias progresistas en el continente. Acota el expresidente de Ecuador Rafael Correa, que: “los gobiernos progresistas en Latinoamérica entre 2004 y 2014, sacaron de la pobreza a noventa millones de compatriotas”. No obstante fuimos derrotados en Brasil, Uruguay, Bolivia, y no logramos movilizar a nadie en términos de musculó político-organizativo, los pobres se creyeron burgueses y no salieron a defender a sus benefactores.
Esta debilidad manifiesta, manejada y trabajada por el departamento de Estado norteamericano y todo su aparato de inteligencia y guerra psicológica, la hemos logrado mantener a raya en Venezuela, a duras penas. El TOM, se ha mostrado con toda su criminal y terrorista accionar con la acusación del fiscal General de EE.UU Willian Barr, contra el presidente legítimo de Venezuela Nicolás Maduro, de narcotráfico y lavado de dólares, junto a catorce personas más de su administración. Lo que en buen cristiano significa, nada más que una “declaración de guerra”, no contra Maduro, sino contra el Estado nación de la República Bolivariana de Venezuela.
Históricamente todo país en situación de guerra, tiene que tener control de flujo informativo y de la comunicación, y si sumamos la situación planteada con la pandemia de Covid-19, el Estado-Nación debe asumir el control de toda emisión y tratamiento de informativo en todo el espectro que este implica y abarca. La difusión de información en tales circunstancias es una situación de “alto riesgo” para la seguridad de la nación. Todo proceso informativo en situaciones de conflicto tiene que ser asumido y regulado por el Estado, ya esto sobre pasa la capacidad del gobierno, y se convierte en un problema de Estado.
Situación de guerra en términos clásicos, es la confrontación de dos ejércitos, hoy estamos en presencia de una manipulación que esconde toda una gama elementos, en primer lugar el congreso de los EE.UU, no ha hecho una declaración formal de guerra a Venezuela, que según las leyes de ese país es el, autorizado a declarar guerras a cualquier país que lo considere necesario. Este es un escenario, que se camuflajea con un ejercicio militar contra el narcotráfico en la zona del Caribe, cosa que debería ser rechazado por todas las naciones de la zona, y que no ha sucedido (solo Cuba), lo que demuestra el grado de debilidad presente. Aunado al silencio de otros organismos internacionales como la ONU y su Consejo de Seguridad, pareciera que Donald Trump tiene un cheque en blanco para defenestrar el derecho internacional, cabe señalar la posición digna de la Federación Rusa y la Republica Popular China.
El Estado venezolano está confrontando una doble contingencia; una catástrofe natural a nivel internacional el covid19 y la declaración de guerra de la administración Trump, en ambos casos, hay que tener control total del flujo informativo y actuar contundentemente en el TOM. En el caso de la pandemia solo el ejecutivo está autorizado para emitir cifras de contagiados y víctimas, todo análisis tendencioso y catastrófico debe ser sancionado penalmente ya la Federación Rusa sentó precedente (5 años de prisión al que emita información falsa sobre la pandemia), los falsos técnicos y científicos deben ser detenidos, las presuntas ONG, que dan datos y conclusiones desastrosas deben ser inhabilitadas de por vida, las páginas web que secundan estas operaciones de guerra psicológica deben ser bloqueadas y detenidos los responsables.
La situación de guerra no convencional y la amenaza terrorista debe tener un tratamiento especial, del mando político-militar de la Republica, reitero comunicación en situación de guerra, seguridad de Estado, todos los medios de comunicación deben estar bajo la discrecionalidad del Consejo de Estado, hay que eliminar la caterva de presuntos periodistas que acompañan y hacen lobby con los factores de derecha, no tengamos temor a los calificativos, total siempre nos han catalogado de “dictadura” y “régimen”. La Asamblea Nacional Constituyente, debería asumir este rol, emitir un decreto con rango y fuerza de ley, que supere el vacío y la indefensión que hoy afronta el Estado.
La Cuarentena Mediática, en mi modesta opinión es una necesidad imperiosa y de Seguridad Nacional y de Estado. Esta situación no es pasajera, desde el golpe de Estado del año 2002, hemos venido arrastrando una rémora de impunidad mediática, una total barbarie informativa, el coronavirus dejo al desnudo los aparatos de guerra del imperio y crea una necesidad de autoridad, no podemos seguir a merced de los dueños de Fox News y del Washington Post. Ya el comandante Chavez nos dejó la orientación: “A mayor agresión del imperio mayor profundización de la Revolución “.
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